¡Shalom!
Mientras nosotros hacíamos planes y resoluciones de Año Nuevo, en Rusia miles de judíos estaban padeciendo — y siguen padeciendo — uno de los inviernos más severos de todos los tiempos. Más de 130 personas han muerto a causa del frío y cerca de 1.000 han sido hospitalizadas. Los pozos están congelados, lo que significa que miles de personas, ancianos y niños por igual, no tienen agua para beber. Lo único que los está salvando de morir congelados son algunas pocas piezas de madera para la calefacción.
Los judíos en Rusia se están congelando, muriendo de hambre y clamando por ayuda. La Fraternidad está trabajando día y noche para proporcionarles asistencia vital, pero la necesidad es simplemente abrumadora. Desde aquí en Israel, he escuchado sus lamentos y han resonado en mi alma. En víspera de Año Nuevo, me di cuenta de que a veces Dios nos envía mensajes para ayudar a los necesitados y orar por ellos, y sólo tenemos que abrir nuestros corazones para escucharlo. Este invierno, Dios me ha llamado a apoyar a los judíos necesitados en Rusia.
Hace pocos días, cuando fui al dormitorio de los niños a darles el habitual beso de buenas noches, me di cuenta que las mejillas de mi hijo, de tres años de edad, estaban frías. Inmediatamente fui al armario, saqué dos edredones y los coloqué sobre mi ángel dormido.
Me senté junto a la cama de mi bebé, frotando su espalda para asegurarme de que estuviese calentito antes de irme a dormir. Fue entonces cuando sentí el tremendo dolor de los padres en Rusia, que no tienen cobijas para cubrirse ellos mismos o sus hijos, ni calefacción, ni un lugar donde acudir para obtener ayuda.
Dios me estaba hablando.
Corrí frenéticamente a mi computadora para chequear las condiciones meteorológicas en Rusia, y vi que las temperaturas habían caído por debajo de menos 40 grados. Con lágrimas en los ojos, envié un correo electrónico a los representantes de La Fraternidad en Rusia, pidiéndoles que me pusieran al tanto. A los pocos minutos recibí una sombría, urgente y alarmante respuesta de uno de ellos, llamado David.
"Este es sin duda el peor invierno que hemos tenido", escribió David desde Ucrania en medio de la noche. "El flujo de solicitudes urgentes de ayuda crece a cada minuto". David explicó que la economía de Rusia va de mal en peor, así que los judíos locales que solían ayudar financieramente a su comunidad, ya no son capaces de hacerlo. "Voy a ir a ayudar", le respondí a David. Ahora estamos planeando juntos mi próximo viaje a Rusia.
Este invierno, la situación en la antigua Unión Soviética es verdaderamente triste y desesperada. Sin embargo, mientras yacía en la cama sin poder dormir, una sonrisa se dibujó en mi rostro al pensar en los miles de ancianos y niños que La Fraternidad está ayudando este invierno en Rusia. Me imaginé las caras de estas personas al recibir cajas de alimentos, combustible para la calefacción y medicinas por parte de La Fraternidad con una nota diciendo: "Donado con el amor de cristianos y judíos", y mis lágrimas de tristeza se transformaron en lágrimas de alegría.
En el 2013, Dios me está llamando a estar agradecida por todo el trabajo bueno y profético que La Fraternidad ha estado haciendo durante 30 años, gracias a amigos como usted. Pero Él también me está llamando a fijar metas mayores para ayudar aún más a las personas desesperadas que claman por ayuda y que creen que nadie los está escuchando.
Dios me está recordando que juntos podemos dar esperanza a quienes no la tienen, comida a los hambrientos y refugio a los pobres. Mis queridos amigos, estoy tan agradecida que a medida que empiezo a trabajar para lograr estas metas, sé que tengo su apoyo y sus oraciones a lo largo del camino.
Con bendiciones para un nuevo año feliz y saludable,
Mientras nosotros hacíamos planes y resoluciones de Año Nuevo, en Rusia miles de judíos estaban padeciendo — y siguen padeciendo — uno de los inviernos más severos de todos los tiempos. Más de 130 personas han muerto a causa del frío y cerca de 1.000 han sido hospitalizadas. Los pozos están congelados, lo que significa que miles de personas, ancianos y niños por igual, no tienen agua para beber. Lo único que los está salvando de morir congelados son algunas pocas piezas de madera para la calefacción.
Los judíos en Rusia se están congelando, muriendo de hambre y clamando por ayuda. La Fraternidad está trabajando día y noche para proporcionarles asistencia vital, pero la necesidad es simplemente abrumadora. Desde aquí en Israel, he escuchado sus lamentos y han resonado en mi alma. En víspera de Año Nuevo, me di cuenta de que a veces Dios nos envía mensajes para ayudar a los necesitados y orar por ellos, y sólo tenemos que abrir nuestros corazones para escucharlo. Este invierno, Dios me ha llamado a apoyar a los judíos necesitados en Rusia.
Hace pocos días, cuando fui al dormitorio de los niños a darles el habitual beso de buenas noches, me di cuenta que las mejillas de mi hijo, de tres años de edad, estaban frías. Inmediatamente fui al armario, saqué dos edredones y los coloqué sobre mi ángel dormido.
Me senté junto a la cama de mi bebé, frotando su espalda para asegurarme de que estuviese calentito antes de irme a dormir. Fue entonces cuando sentí el tremendo dolor de los padres en Rusia, que no tienen cobijas para cubrirse ellos mismos o sus hijos, ni calefacción, ni un lugar donde acudir para obtener ayuda.
Dios me estaba hablando.
Corrí frenéticamente a mi computadora para chequear las condiciones meteorológicas en Rusia, y vi que las temperaturas habían caído por debajo de menos 40 grados. Con lágrimas en los ojos, envié un correo electrónico a los representantes de La Fraternidad en Rusia, pidiéndoles que me pusieran al tanto. A los pocos minutos recibí una sombría, urgente y alarmante respuesta de uno de ellos, llamado David.
"Este es sin duda el peor invierno que hemos tenido", escribió David desde Ucrania en medio de la noche. "El flujo de solicitudes urgentes de ayuda crece a cada minuto". David explicó que la economía de Rusia va de mal en peor, así que los judíos locales que solían ayudar financieramente a su comunidad, ya no son capaces de hacerlo. "Voy a ir a ayudar", le respondí a David. Ahora estamos planeando juntos mi próximo viaje a Rusia.
Este invierno, la situación en la antigua Unión Soviética es verdaderamente triste y desesperada. Sin embargo, mientras yacía en la cama sin poder dormir, una sonrisa se dibujó en mi rostro al pensar en los miles de ancianos y niños que La Fraternidad está ayudando este invierno en Rusia. Me imaginé las caras de estas personas al recibir cajas de alimentos, combustible para la calefacción y medicinas por parte de La Fraternidad con una nota diciendo: "Donado con el amor de cristianos y judíos", y mis lágrimas de tristeza se transformaron en lágrimas de alegría.
En el 2013, Dios me está llamando a estar agradecida por todo el trabajo bueno y profético que La Fraternidad ha estado haciendo durante 30 años, gracias a amigos como usted. Pero Él también me está llamando a fijar metas mayores para ayudar aún más a las personas desesperadas que claman por ayuda y que creen que nadie los está escuchando.
Dios me está recordando que juntos podemos dar esperanza a quienes no la tienen, comida a los hambrientos y refugio a los pobres. Mis queridos amigos, estoy tan agradecida que a medida que empiezo a trabajar para lograr estas metas, sé que tengo su apoyo y sus oraciones a lo largo del camino.
Con bendiciones para un nuevo año feliz y saludable,
Yael
Fuente: http://www.fraternidadinternacional.org/site/PageServer?s_src=EN&s_subsrc=ENX1301XXSXXX
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DIOS ES LA ESPERANZA DE ISRAEL Y DE LOS CRISTIANOS.
¡SHALOM!
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